Qué cargadas que vienen las noches, el descanso en general. No puedo dormir bien, me despierto, tengo sueños muy pesados, me gobierna una angustia muy profunda. Luego salgo de la cama, tomo aire y todo se normaliza. Así son varias de mis cortas noches en la semana. Los fines de semana duermo un poco más y ahí los sueños me pasan factura.
La sensación no la tengo tan clara. Es algo que siempre toma cosas del pasado y la angustia viene del futuro. Siempre estoy parado frente a algo actual o que disfruté mucho en el pasado, y por algún motivo voy a buscar algo, me corro, y ahí se pierde, se transfigura el espacio y entro en otro lado del que no puedo salir. Avanzó andando en bici, caminando o volando (siempre el aire se hace tan denso que puedo nadar crol en él). Nadar, andar en bici y caminar fueron los medios de movimiento toda mi vida, lo que me permitía recorrer, conocer, disfrutar. Claro que no es tan claro. Cuando ando en bici tengo una superbici, con ruedas, cambios y cosas que antes no tenía, pero empiezo a pedalear y nunca avanzo. La distancia se hace elástica y siempre lo que se estira la distancia es mayor de lo que puedo moverme. Nadando en el aire es lo mismo, a pesar de que puedo volar, moverme por lugares donde nadie puede moverse, nunca logro avanzar y volver a eso que dejo esperando. Caminando me pasa igual, puedo caminar por lugares distintos a un sendero común, conociendo todos los recovecos y atajos del camino, pero no avanzo.
En seguida el espacio cambia. Ya lejos de aquello que dejo para ir a buscar algo, o mirar algo o traer algo, el entorno que me rodea ahora tiene que ver con cosas también cercanas, mundanas. Mi familia de mercedes, mis amigos, mis compañeros de trabajo, mis historias. Pero son todos en el pasado. Y ahí me provoca mucha angustia, encierro. A mí, y no por ellos. Porque ellos siguen viviendo normal, me ven, están ahí, pero siguen ahí, estáticos. No hay una interacción profunda. Incluso esas bicis poderosas, esos tips del camino, me los dan ellos.
Después por lo general pasa algo fuera de lo mundano, alguien muere, alguien viene, algo pasa incluso en el mundo físico real del lugar adonde estoy durmiendo, y me despierto. Tal vez me despierto porque me esté costando respirar, o estoy comprimiendo los dientes, o caminando entre las sábanas. Me levanto, tomo agua, miro a la calle, y me vuelvo a dormir o ya me voy para el trabajo. Esos días por lo general voy caminando, voy buscando tener contacto con la calle, con lo real, paso por el cementerio de recoleta, bajo, voy por el lugar en donde me asaltaron hace un año. Y luego el día es normal. Me siento con vitalidad, con curiosidad, perceptivo, intuitivo.
Desde hace muchos años rezo una oración al Sueño, sueño como un ser superior. Entiendo que el Dios sueño no existe, pero me lo inventé yo. De igual forma que le inventé la oración en donde le pido que me permita poder entenderlo. Y como sé que no se me es dado poder entenderlo durante el sueño, le pido que me dé necesidades y alegrías (en la tierra, en la vida) para que me sirvan de instrumento para poder entenderlo. También le rezo a mi ángel de la guarda, quien siempre está detrás de mí para cuidarme, acompañarme y darme conciencia cuando estoy frente a algún abismo, consciente o inconscientemente. Dormido o despierto.
El sueño me muestra ese abismo que me aterroriza, que me angustia. El ángel me acompaña a cruzarlo, me da apoyo, me insta a que me meta. Le gusta la aventura más que a mí. Yo lo freno. Yo me freno. Algo del mundo me ancla, me trae de vuelta. Me hace dejarlo para más adelante. Me sigue dejando en ese pasado, en ese bueno conocido que malo por conocer, en ese conocido que me da algo de comodidad, de certidumbre. Entonces el sueño me pone delante un escenario de la muerte y en cada angustia mato algo. Es fuerte la palabra matar, pero no es mala en el sueño. Mato algún recuerdo del que estoy aferrado. Mato alguno de esos loops que tengo que me tiran desde el centro de la tierra.
Y así es como el sueño mismo me deja poder entenderlo, hacia el pasado. Y me pide un cambio, y me mata lo que me ata, me regala al escudero, me deja hablar con su mamá, pero no me muestra nada hacia adelante. Tu futuro es tuyo. Y esa conciencia me produce angustia, pero ya no en el sueño, sino en mi presencia. En mis pies.
Hoy, en este temprano inicio de la primavera, siento conciencia de la existencia. De dónde vengo, adónde voy y para qué estoy.
Que responderlo sea en compañía de ustedes.
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Muy profundo el relato
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