Para celebrar el fin de año me fui al castillo abandonado de San Francisco con los loquitos de la maceta: JN y sus siempre sabios consejos, Riongo y sus alegres payasadas y Joey Passero con su música estridente.
El castillo es una mansión que se
terminó de construir en 1930 y nunca tuvo mucha ocupación humana. Funcionó para
lo que la habían construido poco tiempo y después dio asilo a los niños sin
hogar otro breve período. Los finales, en cada caso, están repletos de
historias trágicas, con suculentos banquetes abandonados sobre la mesa o niños
endemoniados matando a golpes a sus cuidadores.
Hoy esta mansión aguarda pesada, solemne
e inmensa en el interior de un pequeño monte a que vengan los aventureros
buscadores de anécdotas a recorrer sus habitaciones destruidas. Esos somos nosotros.
Mientras yo me recupero del golpe de calor del día anterior echado bajo un árbol y tomando sorbos de agua, los passeros entablan falsas amistades con las palomas “de convento” que gobiernan la soledad del castillo.
Mientras yo me recupero del golpe de calor del día anterior echado bajo un árbol y tomando sorbos de agua, los passeros entablan falsas amistades con las palomas “de convento” que gobiernan la soledad del castillo.
A lo lejos siento el ronroneo de
un motor diésel que se acerca: una nueva visita que viene a tomar
fotos. Es una parejita que hace su recorrido como todos, pero al verme, se
acercan preguntándome si pueden regresar a la noche para sacar más fotos. Claro!
Le digo a la chica, observando que tenía fija la mirada en la llave que llevo
en el pecho.
Yo no soy de acá, pero estoy desde
anoche en la carpa que está en el frente y no hay problema, nadie te dice nada.
Se marcharon y dudé que volvieran
cuando la luna tome la posta de febo. Siendo de día y todo, no se habían
animado a entrar más allá de la sala principal.
Hago mi recorrido nocturno por
las habitaciones en solitario porque a mis amiguitos paseriformes no le
gustan esas aventuras a la hora de la noche, y cuando estoy en la torre del
tercer piso recuerdo la mirada de la chica y dejo la llave ahí arriba.
Bajo. Ceno unos sanguches que heredé
de unos visitantes y me acuesto a dormir a eso de las 12:30 am.
Una hora más tarde me despierto
con el mismo ronroneo del motor del mediodía. ¡Parece que tenemos visitas!
Salgo de la carpa sin intenciones de asustar a los invitados, pero dada la situación,
y mi aspecto de varios días sin bañarme, la chica pega un grito despavorido
cuando me asomo con el farol de vela construido con una botella.
La nueva compañera, me
asegura rotundamente que estoy enfermo. -Debés estar “calzado”, o algo así… sino es imposible que te quedes
solo en esta casa.
Empiezo a reírme lentamente, los
acompaño en el safari fotográfico que hacen rodeando la construcción y cuando
terminamos digo: ahora empecemos con lo de adentro. Ella no dice nada, está
buscando compañía para entrar y sacar unas fotos que lucirá orgullosa en su
trabajo. Su pareja nos espera en el auto.
Charlamos un rato en los escalones
de la entrada. Me doy cuenta que tiene el desafío personal de poder entrar de
noche al castillo así que trato de entusiasmarla y de borrarle los recuerdos hollywoodenses
de películas de terror. Finalmente le digo: Voy a buscar unas naranjas a la
carpa para brindar cuando vuelvas, en la torre del tercer piso está “la llave”,
si me hacés el favor de bajarla te lo agradezco. Le dejo el farol y me voy
dejándola sola.
A los quince minutos su pareja se
asoma a la carpa a ver qué pasa que su novia no vuelve. ¡No sé! ¿Querés ir a
buscarla? Se le debe haber apagado la vela, porque no veo el resplandor del
farol por ninguna parte.
-No, está bien. La espero en el
auto.
A los 20 minutos, temo que se haya
entretenido hablando con algún espectro imaginario y voy a buscarla. Nada por
aquí, nada por allá.
Subo al primer piso haciendo un
poco más del ruido normal para no asustarla cuando me vea, pero nada… Hago lo
mismo para el segundo y atravesando la última sala antes de la torre la veo
acostada en la carga de la cornisa mirando la bóveda celeste infinitamente
llena de estrellas. La llamo desde unos metros y cuando se incorpora me
sobresaltan los tatuajes macabros que tenía en sus brazos, ahora descubiertos
por el calor de la adrenalina.
¿Llegaste bien? Pregunto.
-¿Me podés decir que hacés acá?
Estoy de vacaciones, y me divierten
estas cosas. ¿Encontraste la llave?
-Si, está colgada. No la quise ni
tocar. Esa llave me da miedo.
¿Miedo de qué?
-Si pudieras hacerle una sola
pregunta a Dios, ¿qué le preguntarías?
¿Qué? ¿Fumaste algo?
-…
¿Para vos existe Dios? ¿O querés
justificar una respuesta existencial de la boca del todopoderoso?
-El Dios que quieras, ¿qué le
preguntarías?
Mmmm, no sé. Nunca lo había
pensado, creo que soy demasiado terrenal. Me conformo con encontrar respuestas
en la tierra.
-Pero no todo tiene respuesta, la
ciencia no explica todo.
No, todavía no. A veces charlo
con unos amigos paseriformes pero no de cosas relevantes para los humanos.
-¿No te interesa saber cuándo vas
a morir?
La verdad que no.
-¿Y los porqué de las cosas?
…¿Vos qué le preguntarías?
-¿Qué significa la vida?¿A dónde
marchan las almas cuando dormimos, con quién se juntan?. ¿Por qué morimos, o
por qué vivimos? ¿Qué hay más allá de la vista? ¿Quién es el jefe de tránsito de los movimientos que marcan nuestro destino?
¿Y por qué venís a este castillo
a buscar esas respuestas? Acá no hay vida, sólo una construcción abandonada y
un ateo jugando al jorobado de las campanas.
-Mmmm. Me da curiosidad por qué
estás acá.
Mirá querida, no sé qué tipo de
pensamientos extraños pasan por tu cabeza, pero estamos en una mansión
abandonada, sólo eso. Si venías a hacerle preguntas a la casa, dudo que te
vayas con alguna respuesta. Quizás deberías bajar un poco a la tierra. Dejar de
mirar las cosas que te hacen daño y evitar tener pensamientos tan rebuscados,
relajarte más y dejar que las cosas
ocurran. ¿No te parece?
-Jamás. Sospecho que me estás
ocultando algo. Lo sé desde que vi esa llave. Soñé muchas veces con ella.
Voy a buscar la llave que había
dejado colgando y se la dejo en su mano. Es un regalo, te va a ayudar entonces con tus
respuestas.
Bajo solo y sin el farol. El
novio de mi compañera se ha ido, supongo que esa pareja jamás progresaría. Camino
hasta la carpa con la primera pregunta que me había hecho. ¿Qué le preguntaría
a Dios? Me acuesto con esa idea dando vueltas. ¿A qué cosa no le veo ni remotamente el porqué de sus porqués? Cierro
los ojos con los últimos pasos que se alejan no sé dónde en busca de respuestas.
A la mañana siguiente me
despiertan los gorriones tempraneros para seguir inspeccionando la zona. Tengo la cabeza que gira a mil revoluciones, volví a tener fiebre por la
falta de agua y el sol achicharrante. Tal vez había estado alucinando toda la
noche. La llave colgaba del cierre de la carpa.
¿Qué le preguntaría a Dios?
El cielo se cubre de nubes, el sol se apaga, el agua se evapora ¿Y si le pregunto qué pasa por la
cabeza de mi padre? ¿Tendrá Dios una respuesta?
Subo corriendo a la torre y en el
lugar adonde había estado recostada queda una notita donde dice: "No te
detengas, no reprimas tus preguntas y revuelve todas las piedras del mundo hasta que encuentres lo que buscas".
Firma: helenita.
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