En aquel momento estar en la cárcel era distinto. A la
cárcel iban todos los guerreros cuando terminaba una contienda a cumplir la
condena de valor que había impuesto el Rey que cambió nuestra existencia. Hacía
poco había terminado la guerra más grande que tuvo la Argentina y dentro del
pabellón 4 del penal de Rauch nos encontrábamos los soldados díscolos que
habíamos llevado la batalla al desenlace.